Presencia Relacionada en los Puntos de Quiebre

Otros Caminos

Este capítulo explora cómo el dolor y el miedo del pasado pueden alejarnos de la presencia —y cómo prácticas suaves y no terapéuticas como la Doble Compasión pueden ayudarnos a reconectar. En lugar de intentar reparar o cambiar el pasado, aprendemos a encontrarnos con nuestras versiones anteriores desde una atención consciente. Al hacerlo, la identificación con el sufrimiento empieza a suavizarse, y la Presencia Relacionada vuelve a abrirse para nosotros.

Lo que eres capaz de observar, no puede ser lo mismo que tú.

Lo que con más fuerza puede sacarnos del hermoso estado de la Presencia Relacionada son los miedos y dolores que vienen del pasado. Tal vez tú también lo hayas notado: mientras intentas resolver tus traumas desde el nivel de la personalidad, siempre surgen nuevas dificultades. Calmas el dolor, pero pronto aparece otra cosa que genera ansiedad o una sensación de carencia. Aliviar el sufrimiento es algo hermoso y muy importante, y podemos estar agradecidos por el hecho de que la psicología y el autoconocimiento nos apoyen con herramientas cada vez más refinadas.

Sin embargo, a mí siempre me ha movido otra pregunta.

Pasajes del sufrimiento a la presencia

¿Cómo es posible que, a veces incluso en los momentos más duros el dolor desaparezca y sea reemplazado por una paz profunda? ¿Cómo fue que yo, la noche del funeral de mi padre, durante un accidente de coche, experimenté una felicidad inexplicable, sin palabras?

En esos momentos, el “yo” simplemente desaparece, y luego vuelve a aparecer, trayendo consigo de nuevo el sufrimiento. ¿Dónde están esos pasajes que nos llevan del sufrimiento a ese estado pacífico que llamo Presencia Relacionada?

El yo y la presencia más amplia

El yo construye su identidad desde la resistencia: “Esto soy yo, eso no soy yo”. Y es en esta dualidad donde nace el sufrimiento. Pero es precisamente esta dualidad la que también nos da la oportunidad de reconocer que existe una realidad más allá de los límites del yo. No se trata de otra personalidad, sino de un estado que es al mismo tiempo fuente y reflejo de la vida misma. Eso es la Presencia Relacionada.

Por extraña que parezca esta idea para la mente humana, nuestros puntos de quiebre pueden ser precisamente esos pasajes que nos ayudan a ir más allá de nuestras limitaciones personales.

¿Qué son los puntos de quiebre?

A lo largo de nuestra vida, todos atravesamos puntos de quiebre, algunos grandes, otros pequeños. Los grandes pueden convertirse en traumas, mientras que los pequeños se esconden en lo cotidiano: por ejemplo, cuando tu entusiasmo se apaga por un comentario inoportuno. Esas pequeñas heridas, cuando se repiten, pueden ir cerrándote poco a poco, encerrándote en el miedo.

¿Qué se puede hacer con los puntos de quiebre?

Tienes la posibilidad de abrir esos canales cerrados y de conectar con tus heridas sin tratar de sanarlas.
Así, los eventos del pasado dejan de tener poder sobre tu presente.

Cómo empezar?

Antes de volver la mirada hacia tu pasado, puedes practicar los siguientes pasos: Preparación, Conexión, Compasión Doble y Llenado del Espacio.

Empieza con puntos de quiebre más pequeños y avanza poco a poco hacia los más profundos. Siempre trabajas con quien vivió aquella experiencia en el pasado, y con quien eres hoy.

Un punto de quiebre menor puede ser algo que ocurrió ayer o en los últimos días, y que te dejó con una sensación incómoda. Es importante recordar que no trabajamos con el evento en sí, sino con quien lo vivió (ese yo del pasado) y con quien aún siente sus efectos (el yo que eres ahora).

  • Realiza la Preparación con los ojos cerrados.
  • Conéctate con el espacio que te rodea.
  • Permite que ese espacio se vuelva vacío.
  • Invita con tu imaginación a ese yo del pasado con quien deseas trabajar.
  • Compasión Doble: con la inhalación, dirige tu atención hacia ti; con la exhalación, hacia él o ella.
  • Sin intención, simplemente obsérvalo y envíale este mensaje: “A partir de ahora, no te dejaré solo.”

Con la Compasión Doble, observa: ¿Cómo lo ves desde fuera? ¿Cómo crees que se siente? ¿Dónde está? ¿Qué está haciendo? A medida que permaneces a su lado, comienzas a reconocer las diferencias y similitudes entre ese yo del pasado y quien eres hoy.

Cuando es difícil aflojar

A veces, tu yo del pasado no confía en ti. Quédate con aceptación, sin querer nada de él. Si permaneces en el proceso, esto cambiará. Quizás más adelante, después de una o dos veces. También puede ocurrir que a ti te cueste mantener una presencia sin juicio. En esos casos, basta con tomar conciencia y decirte: “Esto es solo un pensamiento.” Y dejarlo ir con una exhalación.

Cierre

Para cerrar, suelta la imagen con una exhalación y abre lentamente los ojos.

Duración y frecuencia de la práctica

Realiza la práctica una vez al día, por un máximo de 10 minutos. Durante el día, reconéctate brevemente varias veces, solo por unos segundos. Cuando te preguntes: “¿Dónde estás ahora?” sentirás hacia dónde se encuentra en el espacio. Solo míralo un instante y envíale una sonrisa.

Hazlo durante al menos una semana, hasta que sientas que está bien, que la conexión fluye fácilmente, y finalmente se disuelve dentro de ti — a veces acompañado de un abrazo interior. Cuando eso ocurra, lo sabrás. Y entonces, podrás comenzar a trabajar con otro yo del pasado.

Apoyo desde tu yo del futuro

Si sientes un gran dolor, invita a tu yo del futuro —ese que ya ha atravesado esta etapa— y conéctate con él. Siente su bienestar y confianza tranquila. Miren juntos al yo del pasado que sufre, y practiquen la Compasión Doble en conjunto.

Después de unos encuentros, puedes intentar invertir la perspectiva: respirar hacia dentro de tu yo del futuro y, desde ahí, observar a tu yo actual mientras continúas con la Compasión Doble.

Al cerrar, puedes permanecer en ese nuevo estado, soltando suavemente la imagen con una exhalación.

Al caminar

Cuando ya te sientas cómodo con la práctica, pruébala mientras caminas: siente la presencia de tu yo del futuro y entra en ella. Sigue caminando desde ese nuevo lugar interior.

Es posible que el pasado intente atraer tu atención de nuevo, pero cuanto más vivas lo nuevo, más natural se volverá —hasta que un día te des cuenta de que ya lo estás habitando.
Eso es la creación consciente.

Reflexión final

La raíz del sufrimiento es nuestra identificación con los dolores y miedos del pasado. Estos nos desconectan de la Presencia Relacionada. Pero lo que eres capaz de observar no puede ser lo mismo que tú, porque hay un observador y hay algo observado. Cuando observas tu pasado desde la Compasión Doble, esa identificación comienza a disolverse, y el sufrimiento también se alivia.

A medida que el sufrimiento se suaviza, aumenta la sensación de seguridad, y comienzas a bajar tus muros internos. Cuando esto ocurre, te encuentras nuevamente en la Presencia Relacionada.

Este recorrido se hace en compañía de tus partes del pasado… y también de ese yo futuro que ya está bien. Puede que el proceso tome uno, dos o tres años. Tal vez parezca largo —pero, ¿qué es ese tiempo comparado con décadas de cargar con el dolor?

Con cada práctica, seguirás avanzando. Solo permanece en el proceso.  Para que puedas ser lo que siempre has sido: completo, libre, y plenamente presente en la Presencia Relacionada.

Soy Edina Góra,
autora de esta página.

Te pido que solo empieces a practicar con los puntos de quiebre si ya has revisado y practicado varias veces los tres pasos hacia la Presencia Relacionada, y si puedes sostener con seguridad el proceso de la Compasión Doble.

El trabajo con los puntos de quiebre no es psicoterapia ni sustituye el acompañamiento profesional. Lo que aquí ofrezco no es una intervención terapéutica, sino una forma de conexión interior basada en la atención plena —un cuidado emocional hacia nuestras partes pasadas y futuras.

No hay objetivos terapéuticos, ni buscamos forzar ningún cambio. Al contrario: los movimientos internos más profundos suelen surgir cuando realmente estamos presentes sin intención, en un estado de permiso.

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